La creación de una empresa
El crecimiento de la economía española, en general siempre ha estado ligado al buen funcionamiento de la pequeña y mediana empresa. Según datos del Directorio Central de Empresas (DIRCE), de las 2.710.389 empresas censadas a 1 de enero de 2002, el 99,10% eran empresas de reducido tamaño (con menos de 49 asalariados). De estas, sólo el 5,23% tenían un número de empleados superior a 9, por lo que nos encontramos con un tejido empresarial dominado con claridad por lo que se denomina la microempresa.
Asimismo, la creación de empresas ha favorecido a aquellas organizaciones de dimensión reducida, pues, entre el período 2001 y 2002, se crearon 64.281 nuevas empresas de menos de 49 empleados, un 98,33% del total de nuevas creaciones que hubo en España. Se constata así el peso específico que tiene el target de la pequeña empresa en la economía nacional. Datos alentadores, si se tiene en cuenta que el potencial emprendedor aumentará hasta equipararse al de otros países europeos.
La renovación anual de la demografía empresarial es bastante significativa. El volumen de empresas que desaparece cada año, es aproximadamente más del 80% del número de empresas que se crean, lo que denota una alta mortalidad. No se pretende dejar constancia de que 8 de cada 10 empresas encuentren la quiebra antes de la celebración de su primer aniversario, a donde me dirijo, es a la dificultad de mantener en activo aquella idea de negocio por la que, en su día se decidió arriesgar un capital propio, o en su defecto, ir a la búsqueda y captura de una fuente de financiación idónea que sustentase el proyecto.
La base de la longevidad de una empresa radica en los instantes anteriores a su creación. Me estoy refiriendo al documento que sustenta cada uno de los puntos que harán, de la idea inicial, un plan de empresa maduro que paute el camino seguir y transforme los objetivos iniciales en proyecciones económicas a futuro. La viabilidad de una nueva empresa dependerá, en mucho, de los pasos que se hayan seguido durante su formación. Para que la idea que tenemos en nuestro interior evolucione hacia la tan ansiada “gallina de los huevos de oro”, se necesita bastante más que suerte; se precisa de unas ideas claras y un desarrollo detallado de las mismas.
A continuación me dispongo a dar los pasos a seguir, para que la coreografía que queremos ejecutar, nos lleve a alcanzar el primer premio en el “concurso de baile”, o si más no, a no desfallecer en el intento. En la pista encontraremos a los otros competidores, y de sus actuaciones dependerá también, nuestro mayor o menor grado de éxito, conviene no olvidarlo.
He tenido una idea
Como personas, hemos podido sentir admiración por personajes que han alcanzado el éxito en el mundo de los negocios. Para oír hablar de ideas o proyectos triunfadores, no es imprescindinble recurrir a la prensa especializada, ni adquirir “best-sellers“ de “management”, donde los grandes “gurus” profetizan sus teorías y nos preparan para un mundo mejor lleno de rentabilidades. Sin embargo, ¿quién garantiza que bajo los mismos parámetros, que ya han sido dictados, volveremos a obtener una ganancia parecida? ¿Cómo suponer que la situación vivida en un entorno y unas circunstancias determinadas, volverá a desembocar en el éxito? ¿Cuál es la clave de la supervivencia en la creación de empresas? Un sin fin de preguntas que se podrían plantear si la respuesta adecuada.
Los determinantes que influyen en la gestación de una empresa son innumerables. El raciocinio del ser humano le permite estar en contacto permanente con una lluvia de ideas que le inundan la mente. Son varios los factores que conducirán al emprendedor hacia la creación de un negocio. Entre ellos sería interesante destacar algunos tales como: la detección de una oportunidad de negocio en un mercado poco explotado; el poseer algún tipo de novedad desconocida hasta el momento; el simple afán de anhelar la independencia laboral; la reestructuración de una idea ya conocida; o incluso, aquel acontecimiento imprevisto que le hace ver la luz al emprendedor. Y a partir de aquí, dará inicio la lucha por transformar la idea concebida en un negocio floreciente.
Hasta el momento, la escasa regulación y la falta de incentivos fiscales a favor de la creación de empresas por parte de clase política, junto con un elevado grado de desconocimiento de la gestión propia de un negocio, impedía el afloramiento de más proyectos en el tejido empresarial español. La situación precaria del mercado laboral, hace que las necesidades actuales sean diferentes. El riesgo de tomar una iniciativa propia y crear un negocio, cada vez está más presente en la mente de muchos individuos, que poseen una formación más sólida y viven inmersos en la vorágine de una sociedad depredadora, que premia a los fuertes y destruye a los débiles.
Cuando la idea ya ha aflorado, llegará el momento de darle nombre, y no un nombre cualquiera. La imagen futura de la empresa quedará asociada para siempre a la denominación escogida, por lo que ésta deberá tener la cualidad de ser descriptiva de la idea de negocio, fácil de identificar y recordad, distintiva de otras empresas y, en la medida de lo posible, dotada de un cierto atractivo. Si carecemos de la imaginación necesaria se puede recurrir a nuestro nombre de pila, aun a riesgo de ser tachados de egocéntricos. ¿Cuántas empresas han crecido con el nombre y apellido de sus creadores?
¿Cómo construir un plan de empresa?
Es evidente que nuestra idea va a ser la mejor, y puede que nadie más que nosotros la entienda, pero esto no será suficiente. La economía premia a aquellas empresas que han sabido clarificar y desarrollar su idea de negocio, con la permanencia en el “concurso de baile” que citaba con anterioridad, y las que no resistieron, serán expulsadas, sin compasión, de la pista de baile. Dejarán paso a ideas nuevas que competirán con las que ya se han establecido. Las canciones seguirán sonando una tras otra, y con cada nueva melodía, el ritmo sea cambiante. Hemos de ser capaces de mantenernos en pie. Nuestro entorno va a cambiar, y nosotros como empresa nos tendremos que adaptar a él. La planificación nos ayudará a afrontar situaciones inciertas día a día.
Pero vamos a empezar por el principio. Tenemos que ser capaces de distinguir entre las ideas de alto riesgo que sean poco prometedoras para quedarnos sólo con aquellas que pueden conducirnos a una viabilidad segura del negocio. Para ello necesitaremos información detallada de las iniciativas empresariales seleccionadas. Se puede empezar por la descripción del entorno, el análisis del mercado, el estudio de la posible competencia, la definición del producto o servicio, la caracterización del cliente; pasos obligatorios que proporcionarán una valiosa información que ayudará a conocer mejor la evolución de nuestras previsiones. El plan de empresa nos va a permitir saber si la idea que hemos tenido se puede transformar en un negocio rentable, o por el contrario, la desechamos y volvemos a exprimir la batidora de las ideas con la esperanza de sacar el máximo de jugo la próxima vez.
La información obtenida a través de la investigación de mercados será tratada. Los datos analizados permitirán poder tomar decisiones respecto al mercado objetivo, el producto o servicio que ofrecemos, su precio, la distribución y la comercialización. El estudio de negocios similares al nuestro, nos ayudará a conocer mejor, características esenciales que tendrán una influencia directa en la viabilidad final del proyecto.
Hay que saber detectar las necesidades de la nueva empresa. Una de dichas necesidades aparecería en el campo de los recursos humanos a emplear. Se confeccionará un organigrama correcto que no cargue la cuenta de explotación con salarios prescindibles o costes superfluos que no añaden valor. La rentabilidad irá asociada a una plantilla adecuada al modelo de negocio y a su dimensión, así como, a una eficiente gestión de operaciones. Se eliminan los tiempos muertos y los puestos innecesarios que reducen el beneficio. Como necesidades que el emprendedor tendrá que cubrir, también encontramos los bienes de inversión necesarios para poder transformar nuestra idea en realidad. A mayor dimensión del proyecto, mayor volumen de recursos deberá generar la empresa para resultar rentable, por lo que nos tenemos que conformar con la dimensión justa en un inicio. Más adelante, si la marcha de la empresa es la apropiada, ya se ideará la forma de aumentar la capacidad.
El reflejo de las inversiones que se efectuarán, quedará anotado en la estructura económica del balance inicial. Como contrapartida tendremos las fuentes de financiación a utilizar.
Donde buscar el dinero
El principal obstáculo entre el emprendedor y la nueva empresa es la falta de capital y la dificultad para atraerlo. La mayoría de emprendedores opta por la financiación con capital propio, si no lo tiene él mismo, lo pide a familiares o a personas de un entorno cercano. La posibilidad de recurrir a terceros ajenos a la empresa, todavía hoy en día, se percibe como una vía de alto riego. En una economía dominada por la presencia de la PYME, el capital promedio necesario para iniciar un negocio, no acostumbra a ser muy elevado.
Todo resultaría más cómodo si el emprendedor dispusiera de los fondos indispensables, pero en la mayoría de los casos carecen de la solvencia suficiente como para financiar el proyecto. Por esta razon, si tampoco en nuestro entorno personal se cuenta con algún tipo de apoyo económico, se recurrirá a terceros o se abandonará el proyecto. Una opción serían las empresas de capital-riesgo, dedicadas a la inversión en nuevas propuestas de actividades empresariales, las entidades financieras o los planes de ayuda que las diversas instituciones públicas (desde la Unión Europea, al Estado, las Comunidades Autónomas o los mismos ayuntamientos tienen programas para la ayuda a la creación de nuevas empresas) ponen a disposición de empresarios y emprendedores, en forma de subvenciones a los tipos de interés o a fondo perdido, exenciones fiscales o créditos a bajo interés, y así fomentar la creación de empresas.
Recurrir a una fuente de financiación externa implicará el cumplimiento de unos requisitos formales como sería la confección de un plan financiero que avale la viabilidad del negocio. Es necesario construir unos estados financieros previsionales (balance de situación, cuenta de resultados y presupuesto de tesorería) a cinco años, y es recomendable hacerlo en tres escenarios diferenciados: el pesimista, el probable y el optimista. Con ello, no evitaremos borrar la incertidumbre de cuanto dinero es necesario durante los cinco primeros años de la empresa, ni se hará desaparecer el fantasma de la variabilidad de los ingresos futuros, sin embargo, se tendrá una previsión estimada bastante ajustada a la realidad.
La importancia de la forma jurídica de la empresa
A principios de año 2002, más del 60% de las empresas aparecían inscritas como persona física, el 25% como sociedad de responsabilidad limitada y menos del 5% como sociedad anónima, según datos del DIRCE. La condición jurídica del restante 10% aproximado de empresas eran o bien comunidades de bienes, sociedades cooperativas u otros tipos de entidades, pero con un peso específico muy bajo en relación al total.
La ventaja de constituirse como persona física, es que no se exige mínimo legal de capital, pero en esta forma, la responsabilidad del empresario es ilimitada, responderá por las obligaciones ante terceros con el capital aportado y con todos sus bienes presentes y futuros, si ello fuera necesario. Como sociedad de responsabilidad limitada o sociedad anónima, el emprendedor sólo responderá por los fondos que hubiera aportado. Sin embargo, se le exige un capital mínimo que será de 3.005,06 €uros y 60.101,21 €uros respectivamente. El capital a desembolsar por los socios, respetando los mínimos exigidos por la forma jurídica seleccionada, estará en consonancia con la inversión inicial requerida.
Cuando la idea concebida no requiera de un número de asalariados elevado y el volumen de inversión de capital no sea considerable, generalmente se optará por la persona física como forma jurídica, como ocurre en la mayoría de los casos con las PYMES en el territorio nacional.
Elegida la forma jurídica, el siguiente paso es escoger el número de socios. Si queremos ganar el concurso de baile debemos tener una buena pareja y así, la ejecución de cada uno de los movimientos sincronizados, nos conducirá al éxito. En la travesía que debe surcar la empresa, los socios acompañantes serán piezas claves, por lo que se les exigirá creer fielmente en la idea y, lo más importante, tener verdaderas ganas de llevarla a cabo.
Asumir un riesgo potencial
Si bien muchas ideas no se transforman en empresas por falta de fondos, el futuro incierto juega un papel clave como freno a las expectativas de los emprendedores. Los datos que se presentan en los estados financieros previsionales, a menudo están exagerados. El inconsciente le lleva al emprendedor a elevar la cifra de ventas, a creer que podrá alcanzar un porcentaje del mercado mayor, y a una necesidad de activos menor de la real, lo que elevaría la rentabilidad estimada a priori. El riesgo asumido podría reducirse si se intenta reflejar en la medida de lo posible la imagen fiel del entorno al que se enfrenta la empresa. Es evidente que las previsiones no se cumplirán de forma exacta, pero interesa que sean lo más fidedignas posibles para que podamos iniciar la actividad. No hay que permitir que la posible imprecisión percibida, fruto de la aleatoriedad de las variables implicadas, detenga la creación de la empresa.
La transformación de una idea en negocio entraña un riesgo. El proceso de nacimiento es complicado. Etapa a etapa, desde el inicio, el negocio estará sujeto a cambios del entorno que modificarán los resultados previstos. En el proceso de creación de una empresa es necesario haber sido artífice de una gran idea, pero por si sola, dicha idea no es condición suficiente para que se convierta en una actividad de éxito. Factores internos y externos jugarán un papel importante. Debemos estar preparados y tener las aptitudes necesarias para poder ejercer de empresarios. Rodearse de un buen equipo de trabajo también ayudará a conseguir el objetivo, pero como promotor de la idea, el emprendedor tiene que saber plasmar lo que ha concebido en su mente, y a veces, necesitará de una preparación previa que le permita conocer el mundo de los negocios. Una vez en el camino, administrar y gestionar la empresa se convertirá en su rutina diaria.
Como emprendedor se tiene que creer en la idea de principio a fin. Si hay dudas en alguna parte del proceso, deberán ser despejadas, si no se consigue, el esfuerzo desembocará en un triste abandono. Son muchas las empresas que se crean año a año y que desaparecen. No existe ninguna receta mágica para lograr el éxito, pero una estrategia firme y concreta junto con un buen plan de empresa colaborarán en la viabilidad del proyecto.
Asimismo, la creación de empresas ha favorecido a aquellas organizaciones de dimensión reducida, pues, entre el período 2001 y 2002, se crearon 64.281 nuevas empresas de menos de 49 empleados, un 98,33% del total de nuevas creaciones que hubo en España. Se constata así el peso específico que tiene el target de la pequeña empresa en la economía nacional. Datos alentadores, si se tiene en cuenta que el potencial emprendedor aumentará hasta equipararse al de otros países europeos.
La renovación anual de la demografía empresarial es bastante significativa. El volumen de empresas que desaparece cada año, es aproximadamente más del 80% del número de empresas que se crean, lo que denota una alta mortalidad. No se pretende dejar constancia de que 8 de cada 10 empresas encuentren la quiebra antes de la celebración de su primer aniversario, a donde me dirijo, es a la dificultad de mantener en activo aquella idea de negocio por la que, en su día se decidió arriesgar un capital propio, o en su defecto, ir a la búsqueda y captura de una fuente de financiación idónea que sustentase el proyecto.
La base de la longevidad de una empresa radica en los instantes anteriores a su creación. Me estoy refiriendo al documento que sustenta cada uno de los puntos que harán, de la idea inicial, un plan de empresa maduro que paute el camino seguir y transforme los objetivos iniciales en proyecciones económicas a futuro. La viabilidad de una nueva empresa dependerá, en mucho, de los pasos que se hayan seguido durante su formación. Para que la idea que tenemos en nuestro interior evolucione hacia la tan ansiada “gallina de los huevos de oro”, se necesita bastante más que suerte; se precisa de unas ideas claras y un desarrollo detallado de las mismas.
A continuación me dispongo a dar los pasos a seguir, para que la coreografía que queremos ejecutar, nos lleve a alcanzar el primer premio en el “concurso de baile”, o si más no, a no desfallecer en el intento. En la pista encontraremos a los otros competidores, y de sus actuaciones dependerá también, nuestro mayor o menor grado de éxito, conviene no olvidarlo.
He tenido una idea
Como personas, hemos podido sentir admiración por personajes que han alcanzado el éxito en el mundo de los negocios. Para oír hablar de ideas o proyectos triunfadores, no es imprescindinble recurrir a la prensa especializada, ni adquirir “best-sellers“ de “management”, donde los grandes “gurus” profetizan sus teorías y nos preparan para un mundo mejor lleno de rentabilidades. Sin embargo, ¿quién garantiza que bajo los mismos parámetros, que ya han sido dictados, volveremos a obtener una ganancia parecida? ¿Cómo suponer que la situación vivida en un entorno y unas circunstancias determinadas, volverá a desembocar en el éxito? ¿Cuál es la clave de la supervivencia en la creación de empresas? Un sin fin de preguntas que se podrían plantear si la respuesta adecuada.
Los determinantes que influyen en la gestación de una empresa son innumerables. El raciocinio del ser humano le permite estar en contacto permanente con una lluvia de ideas que le inundan la mente. Son varios los factores que conducirán al emprendedor hacia la creación de un negocio. Entre ellos sería interesante destacar algunos tales como: la detección de una oportunidad de negocio en un mercado poco explotado; el poseer algún tipo de novedad desconocida hasta el momento; el simple afán de anhelar la independencia laboral; la reestructuración de una idea ya conocida; o incluso, aquel acontecimiento imprevisto que le hace ver la luz al emprendedor. Y a partir de aquí, dará inicio la lucha por transformar la idea concebida en un negocio floreciente.
Hasta el momento, la escasa regulación y la falta de incentivos fiscales a favor de la creación de empresas por parte de clase política, junto con un elevado grado de desconocimiento de la gestión propia de un negocio, impedía el afloramiento de más proyectos en el tejido empresarial español. La situación precaria del mercado laboral, hace que las necesidades actuales sean diferentes. El riesgo de tomar una iniciativa propia y crear un negocio, cada vez está más presente en la mente de muchos individuos, que poseen una formación más sólida y viven inmersos en la vorágine de una sociedad depredadora, que premia a los fuertes y destruye a los débiles.
Cuando la idea ya ha aflorado, llegará el momento de darle nombre, y no un nombre cualquiera. La imagen futura de la empresa quedará asociada para siempre a la denominación escogida, por lo que ésta deberá tener la cualidad de ser descriptiva de la idea de negocio, fácil de identificar y recordad, distintiva de otras empresas y, en la medida de lo posible, dotada de un cierto atractivo. Si carecemos de la imaginación necesaria se puede recurrir a nuestro nombre de pila, aun a riesgo de ser tachados de egocéntricos. ¿Cuántas empresas han crecido con el nombre y apellido de sus creadores?
¿Cómo construir un plan de empresa?
Es evidente que nuestra idea va a ser la mejor, y puede que nadie más que nosotros la entienda, pero esto no será suficiente. La economía premia a aquellas empresas que han sabido clarificar y desarrollar su idea de negocio, con la permanencia en el “concurso de baile” que citaba con anterioridad, y las que no resistieron, serán expulsadas, sin compasión, de la pista de baile. Dejarán paso a ideas nuevas que competirán con las que ya se han establecido. Las canciones seguirán sonando una tras otra, y con cada nueva melodía, el ritmo sea cambiante. Hemos de ser capaces de mantenernos en pie. Nuestro entorno va a cambiar, y nosotros como empresa nos tendremos que adaptar a él. La planificación nos ayudará a afrontar situaciones inciertas día a día.
Pero vamos a empezar por el principio. Tenemos que ser capaces de distinguir entre las ideas de alto riesgo que sean poco prometedoras para quedarnos sólo con aquellas que pueden conducirnos a una viabilidad segura del negocio. Para ello necesitaremos información detallada de las iniciativas empresariales seleccionadas. Se puede empezar por la descripción del entorno, el análisis del mercado, el estudio de la posible competencia, la definición del producto o servicio, la caracterización del cliente; pasos obligatorios que proporcionarán una valiosa información que ayudará a conocer mejor la evolución de nuestras previsiones. El plan de empresa nos va a permitir saber si la idea que hemos tenido se puede transformar en un negocio rentable, o por el contrario, la desechamos y volvemos a exprimir la batidora de las ideas con la esperanza de sacar el máximo de jugo la próxima vez.
La información obtenida a través de la investigación de mercados será tratada. Los datos analizados permitirán poder tomar decisiones respecto al mercado objetivo, el producto o servicio que ofrecemos, su precio, la distribución y la comercialización. El estudio de negocios similares al nuestro, nos ayudará a conocer mejor, características esenciales que tendrán una influencia directa en la viabilidad final del proyecto.
Hay que saber detectar las necesidades de la nueva empresa. Una de dichas necesidades aparecería en el campo de los recursos humanos a emplear. Se confeccionará un organigrama correcto que no cargue la cuenta de explotación con salarios prescindibles o costes superfluos que no añaden valor. La rentabilidad irá asociada a una plantilla adecuada al modelo de negocio y a su dimensión, así como, a una eficiente gestión de operaciones. Se eliminan los tiempos muertos y los puestos innecesarios que reducen el beneficio. Como necesidades que el emprendedor tendrá que cubrir, también encontramos los bienes de inversión necesarios para poder transformar nuestra idea en realidad. A mayor dimensión del proyecto, mayor volumen de recursos deberá generar la empresa para resultar rentable, por lo que nos tenemos que conformar con la dimensión justa en un inicio. Más adelante, si la marcha de la empresa es la apropiada, ya se ideará la forma de aumentar la capacidad.
El reflejo de las inversiones que se efectuarán, quedará anotado en la estructura económica del balance inicial. Como contrapartida tendremos las fuentes de financiación a utilizar.
Donde buscar el dinero
El principal obstáculo entre el emprendedor y la nueva empresa es la falta de capital y la dificultad para atraerlo. La mayoría de emprendedores opta por la financiación con capital propio, si no lo tiene él mismo, lo pide a familiares o a personas de un entorno cercano. La posibilidad de recurrir a terceros ajenos a la empresa, todavía hoy en día, se percibe como una vía de alto riego. En una economía dominada por la presencia de la PYME, el capital promedio necesario para iniciar un negocio, no acostumbra a ser muy elevado.
Todo resultaría más cómodo si el emprendedor dispusiera de los fondos indispensables, pero en la mayoría de los casos carecen de la solvencia suficiente como para financiar el proyecto. Por esta razon, si tampoco en nuestro entorno personal se cuenta con algún tipo de apoyo económico, se recurrirá a terceros o se abandonará el proyecto. Una opción serían las empresas de capital-riesgo, dedicadas a la inversión en nuevas propuestas de actividades empresariales, las entidades financieras o los planes de ayuda que las diversas instituciones públicas (desde la Unión Europea, al Estado, las Comunidades Autónomas o los mismos ayuntamientos tienen programas para la ayuda a la creación de nuevas empresas) ponen a disposición de empresarios y emprendedores, en forma de subvenciones a los tipos de interés o a fondo perdido, exenciones fiscales o créditos a bajo interés, y así fomentar la creación de empresas.
Recurrir a una fuente de financiación externa implicará el cumplimiento de unos requisitos formales como sería la confección de un plan financiero que avale la viabilidad del negocio. Es necesario construir unos estados financieros previsionales (balance de situación, cuenta de resultados y presupuesto de tesorería) a cinco años, y es recomendable hacerlo en tres escenarios diferenciados: el pesimista, el probable y el optimista. Con ello, no evitaremos borrar la incertidumbre de cuanto dinero es necesario durante los cinco primeros años de la empresa, ni se hará desaparecer el fantasma de la variabilidad de los ingresos futuros, sin embargo, se tendrá una previsión estimada bastante ajustada a la realidad.
La importancia de la forma jurídica de la empresa
A principios de año 2002, más del 60% de las empresas aparecían inscritas como persona física, el 25% como sociedad de responsabilidad limitada y menos del 5% como sociedad anónima, según datos del DIRCE. La condición jurídica del restante 10% aproximado de empresas eran o bien comunidades de bienes, sociedades cooperativas u otros tipos de entidades, pero con un peso específico muy bajo en relación al total.
La ventaja de constituirse como persona física, es que no se exige mínimo legal de capital, pero en esta forma, la responsabilidad del empresario es ilimitada, responderá por las obligaciones ante terceros con el capital aportado y con todos sus bienes presentes y futuros, si ello fuera necesario. Como sociedad de responsabilidad limitada o sociedad anónima, el emprendedor sólo responderá por los fondos que hubiera aportado. Sin embargo, se le exige un capital mínimo que será de 3.005,06 €uros y 60.101,21 €uros respectivamente. El capital a desembolsar por los socios, respetando los mínimos exigidos por la forma jurídica seleccionada, estará en consonancia con la inversión inicial requerida.
Cuando la idea concebida no requiera de un número de asalariados elevado y el volumen de inversión de capital no sea considerable, generalmente se optará por la persona física como forma jurídica, como ocurre en la mayoría de los casos con las PYMES en el territorio nacional.
Elegida la forma jurídica, el siguiente paso es escoger el número de socios. Si queremos ganar el concurso de baile debemos tener una buena pareja y así, la ejecución de cada uno de los movimientos sincronizados, nos conducirá al éxito. En la travesía que debe surcar la empresa, los socios acompañantes serán piezas claves, por lo que se les exigirá creer fielmente en la idea y, lo más importante, tener verdaderas ganas de llevarla a cabo.
Asumir un riesgo potencial
Si bien muchas ideas no se transforman en empresas por falta de fondos, el futuro incierto juega un papel clave como freno a las expectativas de los emprendedores. Los datos que se presentan en los estados financieros previsionales, a menudo están exagerados. El inconsciente le lleva al emprendedor a elevar la cifra de ventas, a creer que podrá alcanzar un porcentaje del mercado mayor, y a una necesidad de activos menor de la real, lo que elevaría la rentabilidad estimada a priori. El riesgo asumido podría reducirse si se intenta reflejar en la medida de lo posible la imagen fiel del entorno al que se enfrenta la empresa. Es evidente que las previsiones no se cumplirán de forma exacta, pero interesa que sean lo más fidedignas posibles para que podamos iniciar la actividad. No hay que permitir que la posible imprecisión percibida, fruto de la aleatoriedad de las variables implicadas, detenga la creación de la empresa.
La transformación de una idea en negocio entraña un riesgo. El proceso de nacimiento es complicado. Etapa a etapa, desde el inicio, el negocio estará sujeto a cambios del entorno que modificarán los resultados previstos. En el proceso de creación de una empresa es necesario haber sido artífice de una gran idea, pero por si sola, dicha idea no es condición suficiente para que se convierta en una actividad de éxito. Factores internos y externos jugarán un papel importante. Debemos estar preparados y tener las aptitudes necesarias para poder ejercer de empresarios. Rodearse de un buen equipo de trabajo también ayudará a conseguir el objetivo, pero como promotor de la idea, el emprendedor tiene que saber plasmar lo que ha concebido en su mente, y a veces, necesitará de una preparación previa que le permita conocer el mundo de los negocios. Una vez en el camino, administrar y gestionar la empresa se convertirá en su rutina diaria.
Como emprendedor se tiene que creer en la idea de principio a fin. Si hay dudas en alguna parte del proceso, deberán ser despejadas, si no se consigue, el esfuerzo desembocará en un triste abandono. Son muchas las empresas que se crean año a año y que desaparecen. No existe ninguna receta mágica para lograr el éxito, pero una estrategia firme y concreta junto con un buen plan de empresa colaborarán en la viabilidad del proyecto.
Artículo publicado en la revista Management & Empresa, octubre 2003.
La disciplina del empresario y el riesgo del emprendedor bailan en el escenario del éxito. Mientras la disciplina guía pasos firmes, el emprendedor abraza riesgos, fusionando valentía y constancia para forjar el camino innovador.
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